sábado, 1 de agosto de 2020

EL REVERSO DEL TURISMO

EL REVERSO DEL TURISMO

 

Artículo de Federico García Charton



España ha sido un imán para los europeos desde hace siglos. En el siglo XIX, multitud de viajeros franceses e ingleses vinieron a la península atraídos por su exotismo, debido a su pasado musulmán, más cercano a Africa que a Europa. De la imaginación de los artistas surgieron obras literarias y musicales inspiradas en los paisajes, historias y monumentos españoles (“Cuentos de la Alhambra” de W. Irving, “Carmen” de Merimée, y su versión operística de Bizet, Gustave Doré y sus dibujos de paisajes españoles…) que maravillaron a los europeos y norteamericanos. A Murcia viajó en 1871 el fotógrafo francés Jean Laurent, dejando una colección de instantáneas que dejaban ver una región pintoresca.


Esa fascinación por el sur de España continuó tras la Segunda Guerra Mundial, cuando empieza a verificarse un fenómeno, el turismo. En los años 50, a esa España gris, sobre todo en las provincias del litoral, empiezan a venir turistas europeos en busca del sol y la playa, iniciándose la transformación de los pueblos costeros, pasando de tranquilas poblaciones dedicadas a la pesca y la agricultura de secano, que miraban con asombro a los extranjeros, a núcleos urbanos saturados de edificios cada vez más altos, perdiendo paulatinamente las características que las hicieron atractivas. En los años 60 empezaron a sumarse los turistas nacionales, merced a las mejoras económicas del “desarrollismo”, representado por la imagen del Seat 600 atestado de bártulos y familias camino de las playas de Andalucía y del Levante.


Nuestra región no fue ajena al “boom” turístico. A partir de 1961, la Manga del Mar Menor, propiedad de la familia Maestre, inicia su transformación. De estar formado por una serie de dunas tapizadas de sabinas y enebros, que separan el Mar Menor del Mediterráneo, con actividades económicas tradicionales basadas en la pesca y la explotación salinera al norte, un paisaje que, a buen seguro, habría merecido la catalogación de Parque Nacional, se pasó a una desenfrenada carrera por edificar de cualquier manera todo el espacio disponible, hasta llegar, a principios del siglo XXI, a la saturación que podemos contemplar hoy. Pronto las poblaciones ribereñas del Mar Menor continuaron su estela, seguidas de otros enclaves costeros como Mazarrón, Águilas y San Pedro del Pinatar.

 

Los últimos 60 años se han caracterizado por una dependencia cada vez mayor de la economía española al turismo. Desde 1955 a 1973 vemos cómo crece el número de visitantes desde 2.500.000 hasta 34.500.000. En 2019 llegaron a nuestro país más de 80 millones de visitantes. El peso del turismo en el PIB español ha pasado de representar el 5,1% en 1970 a convertirse en el sector que más riqueza aporta a la economía española, con un total de 176.000 millones de euros anuales que representan el 14,6% del PIB, además de 2,8 millones de empleos, por encima de la construcción y el comercio. A la Región de Murcia llegaron más de 5,7 millones de turistas en 2019, representando el 11,4% del PIB regional.

 


Pero estas cifras macroeconómicas tienen un reverso. En primer lugar, la excesiva dependencia del sector turístico provoca que, en situaciones excepcionales, como supone la actual pandemia, tanto el sector como la economía en general se vean afectadas de una forma brutal, como corresponde cuando no hay una diversificación adecuada de las actividades económicas. La masificación de la costa y las grandes ciudades y la proliferación del “turismo de borrachera low-cost” provocan el fenómeno de la “turismofobia”, por sus consecuencias negativas (ruidos, generación de basuras, pérdida de identidad cultural).

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Por otro lado, la degradación ambiental es evidente en los entornos donde se desarrolla de un modo exagerado el sector turístico. En la Región de Murcia, además de haberse visto afectadas las áreas ya desarrolladas, debido a la urbanización excesiva, la invasión de terrenos no aptos para la construcción (ramblas y dominio marítimo-terrestre), a la falta de depuración de aguas residuales, la congestión por el tráfico rodado y la deficiente ordenación del territorio por parte de ayuntamientos, no son pocos los intentos de los promotores turísticos de ocupar espacios protegidos, como ha sido el caso del Parque Regional de Calblanque, Monte de las Cenizas y Peña del Águila y del Parque Regional de Cabo Cope y Puntas de Calnegre, o por razones “estratégicas”, como en el caso de la bahía de El Gorguel.

 

Se hace necesario, sobre todo a partir de la situación creada por la crisis sanitaria, un replanteamiento de la economía regional, con una mayor diversificación de las actividades, actualmente demasiado centradas en sectores que provocan la degradación ambiental (agricultura intensiva y sector agroalimentario, turismo, construcción, que suponen en conjunto el 45% del PIB regional). La potenciación de sectores con alto valor añadido y con bajo impacto ambiental debería ser la prioridad del gobierno regional, como la agricultura y la ganadería ecológicas; el llamado ecoturismo, es decir, aquel en el que se privilegia la sostenibilidad, la preservación y la apreciación del medio; la industria de la moda sostenible, la rehabilitación de viviendas con criterios bioclimáticos, el reciclaje y reutilización de residuos de todo tipo (incluidos los residuos electrónicos), así como las energías renovables y la I+D+i; la industria cultural, poniendo en valor la creación de artistas locales, etc.

 

La transformación del tejido productivo hacia un modelo que sea diverso, respetuoso con el entorno, a la vez que sea resiliente frente a las situaciones imprevistas, como la que atravesamos, es el único camino para garantizar un futuro en estos tiempos inciertos, sin  que dependamos de situaciones externas que no podemos controlar. Las siguientes generaciones nos lo agradecerán.


#FuturoSeEscribeConVerde 

 

sábado, 23 de noviembre de 2019

JARDINERA POR VOCACIÓN

ENTREVISTA DE EQUO A MAR TORNERO, 
JARDINERA URBANA


A veces, al fijarnos en los miembros  de un equipo de jardinería trabajando en el mantenimiento de los parques y jardines de nuestra ciudad, llama la atención la presencia entre ellos de una imagen femenina, algo poco habitual, pues no tenemos costumbre de ver a mujeres desempeñando esta función, tradicionalmente reservada a los hombres.
En una ocasión, cuando estaba realizando su trabajo, se le acercó una señora, muy sonriente, y le dijo; “Oh, mira, ¡qué bonica, con esa máquina!” a lo que ella le respondió: “Qué bonica, no, señora; qué profesional”
Mar es jardinera por vocación, por herencia y por influencia. La genética siempre ha sido un importante y decisivo factor en una temprana afición que para ella suponía un espacio de ocio y de recreo al que las mujeres de su familia, que le transmitieron el “amor al verde” la inclinaron.


M.- Mi casa parecía un invernadero por dentro y un vergel en los espacios exteriores. En mi familia me mostraron siempre el goce y disfrute de los espacios verdes, tanto urbanos como naturales. Árboles, arbustos, flores… paisajes vivos y cambiantes han formado parte de mi niñez y mi juventud. El amor por lo vegetal fue lo que me dirigió e inició en la jardinería como profesión.

E.- Sin embargo, tu orientación profesional no fue la jardinería, inicialmente, ¿no es así?
M. Así es. Mi formación fue empresarial y administrativa. Y en ese campo comenzó mi experiencia profesional, hasta que en una de las varias crisis que nos ha tocado vivir, me encontré en el paro y consideré que era un momento ideal para cambiar el rumbo de mi vida laboral, pero  al estar mi formación académica dirigida a otros asuntos, tuve que formarme, con cuarenta años ya cumplidos, a través de unos cursos que ofrecía el SEF, muy completos, y eminentemente prácticos.

E.- ¡Menudo giro diste a tu vida!
M.- No supuso un cambio demasiado brusco. Yo tenía conocimientos, ya que en mi tiempo libre mantenía una finca agrícola de mi propiedad…  casi diez mil metros cuadrados en los que me dedicaba al cultivo de frutales, al trabajo en el huerto y a los jardines… así que estaba plenamente familiarizada con la maquinaria y las herramientas necesarias, la utilización de abonos, la gestión de arboleda… me sentía preparada para desarrollar labores de jardinería a nivel profesional. Además, con la intención de mejorar el currículo y completar conocimientos, realicé otros cursos que ofrece el Centro Integrado de Formación y Experiencias Agrarias de Torre Pacheco.


E.- Como mujer, supongo que te habrá costado mucho trabajo abrirte camino en este mundo.
M.- Pues sí. Como mujer, tuve unas cuantas dificultades para introducirme profesionalmente. Vivimos en una región en la que aún no está muy asumido que una mujer se dedique a esta profesión, tradicionalmente desarrollada por hombres. Somos muy pocas las que nos lanzamos a hacer de esta labor nuestro medio de vida. Me encontré con empresarios que me negaban la oportunidad de trabajar para ellos al considerarme incapacitada físicamente.  Finalmente un empresario de la ciudad de Murcia, dedicado al diseño de jardines,  contó conmigo de manera esporádica para la implantación de sus diseños.  Hasta que me llamaron del Ayuntamiento de Cartagena, a través del SEF, ofreciéndome un contrato de 6 meses para Parques Y Jardines.  Al finalizar el mismo me encontré con el escoyo de que la empresa de la Contrata no contaba con mujeres para su plantilla.   Aquí fue donde sí que me rebelé como mujer.  ¡Es una larga historia que podemos dejar para otro día!  El caso es que acabé siendo la única mujer en el Servicio de Parques y Jardines de Cartagena con la anterior contrata, y creo que dejé la puerta abierta para que entraran otras.   Actualmente somos dos, y parece que la nueva contrata mantiene la intención de que seamos más.   Creo que sigue siendo complicado para una mujer dedicarse a esta profesión en una región tan conservadora como la Región de Murcia,  sigue siendo un mundo muy masculinizado y que mantiene muchos prejuicios sobre nuestras capacidades.  Es la propia mujer muchas veces la que se autolimita.  No ha sido fácil, creo que he tenido que pelear y demostrar mucho para que se valore tanto mi compromiso con la jardinería como mi valía para realizarla. 


E.- En la actual situación de emergencia climática que estamos viviendo ¿crees que las ciudades de nuestro país, y en concreto, la ciudad de Cartagena, está estructurada para combatir esta situación? ¿Consideras, desde la perspectiva verde, que es la nuestra una ciudad amable para habitar?
M.- No, en absoluto se ha tomado en serio la emergencia climática en nuestro país.  En la gran mayoría de ciudades se sigue realizando una jardinería que no es respetuosa con el medio ambiente.  Se siguen utilizando abonos químicos, productos fitosanitarios y herbicidas.   Aunque hay una normativa europea para eliminarlos, no existen prácticamente iniciativas encaminadas a rediseñar los modelos tradicionales de mantenimiento de jardines, de ornamentación o de plantación.  Creo que la jardinería, como todo, se ha visto afectada por esta manera general de actuar, buscando más lo inmediato, lo fácil, lo barato, lo cómodo, lo aparente…  En los últimos años se han creado jardines sin ni siquiera preparar los terrenos.   No tienes más que escarbar un poco bajo la superficie de cualquier jardín de los nuevos y comprobar que están llenos de escombros bajo una superficie fina de tierra vegetal.   En un terreno así es imposible una buena salud de la arboleda y de los diferentes arbustos que supuestamente adornan nuestras ciudades.   No se hace con una previsión adecuada, ni amor por la jardinería.  Se busca un resultado que a la larga es efímero.  Tampoco se invierte de manera comprometida en el mantenimiento de los espacios verdes, creo que hay una actitud de desprecio hacia la profesión, sin contar en absoluto con la importancia que tiene un adecuado mantenimiento. 


E - ¿Puede ofrecer la programación del trabajo de jardinería una alternativa racional a la hora de paliar los efectos del cambio climático en una ciudad mediterránea como Cartagena?

M.- Creo que sí.  Es importante estudiar qué tipo de especies son las adecuadas, ateniéndonos a las necesidades de cada una y las limitaciones que nuestros suelos y climas nos imponen, tratando de paliar éstas, con mejoras en el suelo y optimizando los riegos.  Esto es algo que no siempre se tiene en cuenta, y así nos encontramos con fracasos de árboles secos, pobreza arbustiva, gasto innecesario en plantas de temporada, céspedes inadecuados para nuestro clima, etc.  También es necesario contar con personal cualificado, con conocimientos suficientes para abordar las labores de mantenimiento necesarias, y sin interponer siempre las exigencias de “imagen”, de “urgencia”, y hasta de “precariedad”.  Un Ayuntamiento que no invierte lo suficiente en recursos materiales y humanos en algo tan necesario como los espacios verdes sostenibles, siempre tendrá una jardinería mediocre y que desde luego no ofrecerá soluciones medioambientales.   


E.- ¿Cuál es tu opinión sobre la centralización del ornato vegetal en nuestro municipio, es decir, sobre la diferencia entre el cuidado de jardines en el centro y en los barrios y diputaciones cartageneros?

M.- Mi opinión es clara: desde del consistorio se ha priorizado la imagen hacia el que viene de fuera y hacia el que tiene más poder adquisitivo, e incluso hacia algo tan poco confesable como adornar las zonas de paso de algunos responsables políticos.  Imagen, imagen e imagen. Poner bonita la parte de la ciudad que interesa de cara a la galería, y abandonar la periferia ha sido algo sostenido en el tiempo.  


E.- ¿Consideras proporcionado el gasto que se lleva a cabo cíclicamente en plantar y desplantar en relación a los resultados?

M.- A ver…  pretender que una ciudad luzca floreada sin invertir en el mantenimiento adecuado, no es ni razonable, ni exitoso, ni proporcionado.  Tampoco el abuso de planta de temporada.


E.- ¿Árboles, arbustos, flores...? ¿Cuál sería la prioridad en un entorno urbanístico como el nuestro?

M.- Claramente árboles y arbustos.  Y puntualmente flores.   La mayoría de las plantas de flor tienen unas exigencias hídricas y de mano de obra dedicada al mantenimiento que no son sostenibles. Pero desde el consistorio han apostado por la floritura en detrimento de una jardinería de calidad. 

E.- Cada vez que se podan árboles, como, por ejemplo, cuando se hizo recientemente en la calle Ángel Bruna, se oyen, enfrentadas, las voces a favor y en contra. Como profesional de la jardinería, ¿cuál es tu opinión sobre el tema de Ángel Bruna, sobre los cambios, años atrás, en la Alameda, sobre los casos de árboles con raíces invasoras que destrozan el asfalto...?

M.- La gestión de la arboleda en una ciudad no es cualquier cosa.  Es necesario e imprescindible que cuando se acometen acciones de plantación o se proyectan alineaciones de arboleda en calles y avenidas se tengan en cuenta muchos factores, sobre todo técnicos.  No siempre se ha hecho.   Plantar árboles de gran porte a 30 cm de la acera es un disparate que han pretendido solucionar recortándolos y haciéndolos parecer piruletas, algo que es un maltrato al árbol que genera otros problemas por debilitamiento. Desconozco quién o quiénes tomaron la decisión de hacer esas plantaciones. Sobre la Alameda, ha sido necesaria la tala de algunos ejemplares que presentaban pudriciones o riesgo de caída.  Pero esto es algo que ocurre en todas las ciudades; el árbol es un ser vivo, sometido a un ambiente que no siempre favorece su salud, y con una vida concreta. La tala de algunos ejemplares no tiene por qué ser un problema si se hace de manera estudiada y siendo personal completamente cualificado quien toma las decisiones.   A veces incluso se antepone la seguridad ciudadana, ante el peligro de caídas que pueden provocar graves accidentes.  Otra cosa es que se talen indiscriminadamente y no se repongan, que también ha ocurrido.
Las raíces que levantan aceras y asfaltos suele ser un problema, efectivamente, de difícil solución.  Personalmente no le daría mayor importancia, salvo la absolutamente necesaria a la hora de proyectar qué tipo de especie es la adecuada para cada sitio, teniendo en cuenta no sólo el desarrollo aéreo, sino también el desarrollo radicular. Y esto es algo que parece tampoco se ha tenido en cuenta siempre.        


E.- Está claro que nuestro ayuntamiento apuesta por las palmeras frente a otro tipo de arbolado ¿Lo consideras lógico?

M.- Tiene la lógica de lo fácil…  Sobre todo, un tipo de palmera que no es atacado por esa plaga de Picudo Rojo que ha acabado con miles de palmeras Canariensis y Datileras en todo el mediterráneo. Son palmeras de crecimiento rápido la palmera Whasingtonia, cuyas raíces no provocan levantamiento de aceras y asfaltos, vistosas, y que no dan problemas, cuyo mantenimiento se limita a la poda una vez al año.   
   

E.- Otra pregunta es acerca de las casas que hay entre José María de Lapuerta y B° Peral, con las moreras de las aceras: la gente protesta por las moras que caen, que ensucian y hacen resbalar.

M.- Existen moreras que no dan fruto,  idóneas para zonas urbanas.  Esto es algo que antes no se tenía en cuenta, no obstante puede solucionarse siendo injertadas, ya se ha hecho con éxito en otras ciudades. Para ello el Ayuntamiento tiene que tener voluntad de hacerlo…

E.- ¿Y qué puedes decirnos sobre los proyectos de corredores verdes urbanos para trabajar contra el cambio climático?

M.- Pues que ojalá este Ayuntamiento se tomara lo suficientemente en serio el desarrollo de estos corredores con vistas a un futuro más verde para nuestra ciudad.  Las ciudades del futuro más cercano tienen que contar con ellos, para ofrecer calidad de vida a sus ciudadanos y contribuir a compensar el impacto negativo de la polución en el medio ambiente. Las plantas son los organismos vivos que limpian nuestras miserias…  Y no lo estamos tomando con la suficiente importancia y seriedad. 


E.- Para una planificación de los espacios verdes urbanos, en el término municipal de Cartagena, ¿qué tipo de arbolado, de arbustos, de flores, considerarías apropiado?

M.- Por supuesto, la vegetación mediterránea, que tiene una gran riqueza vegetal, que además de pinos, acacias, olivos, moreras, quercus, jacarandas, aladiernos, laurel,  lentiscos, madroños, sabinas, aromáticas, adelfas,  jaras, buganvillas..., podemos utilizar plantas crasas, de escasas necesidades hídricas.    A veces se trata de innovar introduciendo variedades, pero no algunas que aquí es imposible que funcionen, como haber puesto Ginkgo Biloba en la Plaza de España… Están tal cual se plantaron cuando se reformó la plaza, malviviendo y con aspecto denigrante.    
Hay una cosa que también los ciudadanos tienen que aprender, y es que la arboleda ensucia las aceras: con hojas, con flores…   No podemos estar quejándonos de que la acera se nos llena de hojas, o que una jacaranda o una tipuana nos la ensucia cuando le cae la flor, o un pino cuando suelta la pinaza. He escuchado estas quejas continuamente, y no tiene sentido.  Es el propio ciudadano el que a veces no valora la importancia de tener un árbol enfrente de su casa, porque ensucia, y es inviable mantener impoluta la ciudad, libre de restos vegetales naturales que dependiendo de cada época será más molesto o menos. También hay que aprender a convivir con estos inconvenientes, siempre y cuando no sea dejadez de los servicios municipales, evidentemente. 



E.- ¿Qué propuestas de actividades se te ocurren para llevar a cabo en colegios y asociaciones de vecinos, para concienciar y colaborar en la puesta en marcha de una Cartagena verde?

M.- Además del “amor al verde”, a través de actividades que les lleven a conocer de primera mano las diferentes especies: cómo funcionan, transmitirles la vida de un jardín o un parque, mostrándoles los cambios estacionales, crecimiento, comportamiento, necesidades, etc…,  con rutas verdes urbanas, las actividades de plantación son inequívocamente muy eficaces.  Cuando plantas un árbol, ese árbol va a ser para ti siempre.   He visto niños y niñas que lo sienten como algo suyo después de haber hecho el trabajo de plantación.   También es necesaria una labor de concienciación del cuidado.  Son seres vivos que sufren las agresiones.  Sigue existiendo mucho vandalismo, muy poco respeto por esos seres vivos verdes que necesitamos para mantener la vida.  Y especialmente, una de las actividades que yo haría de manera continuada es la recogida de residuos no orgánicos…   Tenemos un problema enorme de abandono en zonas verdes de botellas, plásticos de todo tipo, papeles, cartones y demás, que se tiran sin miramiento y sin conciencia alguna.
Todo esto, creo, tendría que abordarse desde los centros escolares. Hay que educar para mantener una relación de absoluto respeto con el medio ambiente.

E.- Pues podríamos preguntarte muchas cosas más, pero creo que podemos esperar a una segunda ocasión, porque solamente con lo que nos has dicho hoy, ya tenemos materia suficiente para la reflexión. Muchas gracias Mar, por tu colaboración, y felicidades por la inmensa suerte que tienes por poder trabajar en algo que te apasiona.

*Las fotos utilizadas para ilustrar esta entrevista pertenecen a la colección de Equo Cartagena y a la colección privada de Pepa Martínez.


viernes, 18 de octubre de 2019

SALVEMOS EL MAR MENOR


Tras la publicación de la entrevista con Francisco Ruiz Salmerón, profesor tutor del grupo de alumnos/as de La Asomada que llevó a cabo el trabajo “El
Mar Menor de los niños/as”, procedía haber profundizado sobre ese proyecto, sobre las propuestas que esos chavales y chavalas de Primaria planteaban para
salvar el Mar Menor. Pero algo ocurrió que hizo que retrasáramos la publicación: La DANA del día 12 de septiembre  fue el detonante para descubrirnos que nuestra albufera estaba mucho peor de lo que pensábamos; la enfermedad había llegado a unos grados terribles de gravedad, y a lo largo de estas semanas hemos asistido, con enorme sensación de impotencia, al descubrimiento de una dolencia cuyos síntomas habían permanecido bastante enmascarados y
se han manifestado, a lo largo de más de un mes, en toda su crudeza.


El Mar Menor se muere ¿Qué podemos hacer para salvarlo? ¿Serían viables las propuestas de salvación hechas por
estas criaturas? ¿O está, por el contrario, todo perdido?
La finalidad de este blog no es denunciar, sino dar a conocer propuestas en positivo. Por eso hemos
permanecido en silencio durante este tiempo, porque no queríamos dejarnos llevar por el desánimo a la hora de redactar este artículo. Es por esta razón
por lo que nos vamos a quedar con lo mucho de positivo que de estas tristes jornadas podemos sacar.

I: Solidaridad: La inestimable lección de solidaridad que hemos recibido por
parte de bomberos, personal de Protección Civil, vecinos y vecinas que se han volcado en ayudar a las personas afectadas, e incluso a los animales que habían quedado
atrapados en lugares de difícil acceso; jóvenes que tras su jornada de estudio o de trabajo acudieron a las localidades más perjudicadas por la avalancha de barro para limpiar los efectos de la riada, y que permanecieron trabajando
hasta la extenuación mientras mostraban su cara más amable y animosa; familias generosas que se volcaron en proporcionar alimentos, ropas o enseres a quienes lo habían perdido casi todo; personas que
ofrecieron sus vehículos para transportar las donaciones; voluntarios y voluntarias que acudieron a preparar comidas para afectados/as o para
voluntarios/as que se encontraban trabajando en las labores de rescate o limpieza y recuperación.


II: Toma de conciencia: Cuánta gente que hasta ahora había permanecido escéptica ante las denuncias de ecologistas y otros grupos sociales ha sido consciente, ante la magnitud del
desastre, de la nada alarmista realidad de los vaticinios; es triste, muy triste, que haya tenido que ser a consecuencia de esta tan enorme desgracia, pero también sabemos que hay quien continúa, aún hoy,
negándose a aceptar la evidencia de que todo ha sido consecuencia de una mala gestión; por eso, bienvenidas sean quienes han rectificado su pensamiento respecto a la situación de emergencia, porque esta toma de conciencia se está traduciendo, lo vemos día a día, en una postura positiva, en una disposición hacia la acción.

III: Unidad: La unidad se ha manifestado como consecuencia de la afinidad ante lo común de nuestra desgracia. El Mar Menor es nuestro, de toda la ciudadanía, no es propiedad de unas cuantas, y su salvación es cosa de todos, es cosa de todas. Esto quedó patente en la multitudinaria asamblea a la que se nos convocó a través de la
Federación de Asociaciones de Vecinos de Cartagena y Comarca, que registró una masiva asistencia que desbordó totalmente las previsiones. Hay que defender nuestra laguna, y tenemos que defenderla entre todas: fue ésa la postura unánime de la asamblea, una asamblea ciudadana que se articuló en diferentes comisiones de trabajo
para llevar a cabo cuantas acciones se precisen hasta que las distintas administraciones, de una vez por todas, se dispongan a acometer las tareas de salvación del Mar Menor.

La manifestación del día 30 de octubre no será el fin, será el principio de las acciones,
unas acciones de fuerza que continuaremos, una presión que ejerceremos sobre la administración regional y sobre las locales, sobre el estado central y sobre los poderes legislativo y judicial hasta conseguir nuestro objetivo: la salvación del Mar Menor.

Otro día volveremos a ocupar estas páginas
con las propuestas de acciones que unos niños y niñas, concienciados con la responsabilidad que todas tenemos hacia nuestro medio, han planteado; hoy, vamos a quedarnos solamente con esta triple enseñanza que hemos recibido: solidaridad, toma de conciencia y unidad de acción.


Y sobre todo, no lo olvidemos: #FuturoSeEscribeConVerde.      

martes, 10 de septiembre de 2019

TRAER LA NATURALEZA A LA CIUDAD



Una lección de historia sobre el mundo árabe la que podemos asimilar paseando por los jardines de la Alhambra y el Generalife: una constatación de los dos grandes amores (junto al que sentían por los caballos) de este pueblo: el amor por el agua, y el amor por las flores.
Fue aquí, en nuestra península, donde, acogido a un clima mucho más benigno que el del desierto, pudo dar rienda suelta a ese impulso cuasi erótico hacia la Naturaleza que, aún hoy, nos asombra y despierta nuestra admiración.
Fue en esta sociedad – a la que en los reinos hispanos se llamaba “mora” -  en la que se inspiraron nuestros cercanos antepasados del XIX, naturalistas, intelectuales, masones, liberales… que sostenían que la contemplación y la relación con la Naturaleza mejoraría considerablemente el comportamiento humano.


Nació entonces una preocupación por la higiene que, en un afán por mejorar las precarias condiciones sanitarias de las ciudades, se unió a la tendencia estética de mejora de la imagen urbana. Se pensaba que la plantación de árboles en las ciudades podría mejorar las condiciones de salubridad de la población; y así, entre finales del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, podemos apreciar esta preocupación en la evolución del paisaje urbano, en una democratización verde, en que el arbolado y la jardinería dejan de ser una característica de los palacios y las grandes mansiones, para abrirse a las plazas y vías públicas, para disfrute de la generalidad de la población.


Como un nuevo concepto de urbanismo, la ciudad equilibrada, nacen las ciudades jardín.  Asociarse con la Naturaleza, trayéndola hacia el centro de las ciudades, ha sido siempre el objetivo de las civilizaciones avanzadas, no lo olvidemos.
Centrándonos en la ciudad de Cartagena, en la que la tradición jardinera se remonta a la época romana, con una comunidad que llenó  las villas de la urbe con la máxima muestra de color que la mayor variedad de rosas que se podía apreciar en cualquier comunidad de la Tarraconensis, la comunión con la Naturaleza de la clase urbana volvió a manifestarse en los últimos años del XIX y los primeros del XX, cuando  en la zona que constituía el Ensanche, mientras se desecaban los humedales, se llevó a cabo la plantación de eucaliptus en la Alameda de San Antón, al tiempo que la población burguesa, con una mayor carga intelectual a la de décadas posteriores, con una altura cultural superior a la de las clases acomodadas anteriores, y una perspectiva progresista y avanzada, optaba por edificar su segunda vivienda en las zonas más alejadas de la humedad del casco histórico, como Los Dolores o Los Molinos (después Barrio de Peral); viviendas con amplios patios y jardines en que disfrutaban de las ventajas de la vida rural sin sus inconvenientes, compaginándola con la vida urbana.

El cambio social en Europa, tras la Gran Guerra, se reflejó en el nacimiento del “verde social”, acrecentándose el interés público por el paisaje.


Hacia el principio de los sesenta, en Cartagena, comienza a retroceder la ruralización, aunque todavía hasta los años setenta persistían en los alrededores del apeadero del Barrio de Peral palacetes rodeados de vegetación y las viviendas sencillas de las familias de clase media exhibían un limonero, un naranjo, y quizás una acacia o una jacaranda junto a los macizos de rosas – rosas, que no crecen en ningún lado con una lozanía tal como la que muestran aquí – o, en las casas más humildes, de geranios, pelargonios y gitanillas…


Nuestras abuelas y abuelos gozaban de las ventajas de esa naturaleza en miniatura, en oposición a la fiebre arboricida y la obsesión por el cemento de que alardeamos en esta Cartagena del siglo XXI.
Se trata de un claro retroceso. Signo del siglo XX: La ecología y la construcción, en una oposición constante. Paradójicamente, mientras la ciudad aumenta considerablemente su población con migrantes procedentes de las zonas rurales. Y no se trataba únicamente de la cesión del espacio al cemento, sino de la invasión del asfalto: los automóviles se apropian del paisaje, de modo que van desapareciendo plazas, jardines y calles arboladas para proceder a desdoblar carriles para su circulación o para ocuparlas con áreas de aparcamiento.  Los entrañables rincones en que antaño jugaban las criaturas y se paseaban o descansaban las personas adultas, entre árboles y flores, dejan de utilizarse por el ruido, por el peligro de accidentes, por la elevada contaminación…


¿Dónde ha quedado lo entrañable, lo recoleto, lo visitable, lo habitable…? Rendido a una filosofía urbana y paisajista opuesta a la tradicional de nuestra zona. Mientras los turistas contemplan encantados las palmeras del área urbana, o los grandes ficus que, afortunadamente, aún adornan algunas de nuestras plazas, las cartageneras y cartageneros deambulamos a pleno sol, mientras la administración local invierte en plantas inadecuadas para nuestro medio, debido a su elevado coste, a la exagerada cantidad de agua que necesitan para el riego, a la excesiva  necesidad de un mantenimiento con el que no se cuenta; plantas ajenas a nuestro ecosistema, a nuestra cultura, a la sostenibilidad; campos de golf y áreas residenciales plantadas de césped para disfrute de una minoría; barrios y diputaciones quedan abandonados sin zonas verdes, gastando sin embargo cantidades irracionales y desmesuradas del presupuesto para adornar el centro con plantas de temporada de corta duración. Todo ello, desde la improvisación o al servicio de intereses particulares.
Y no se trata de llorar por haber perdido los espacios de ocio y de higiene social, pues lo que hemos perdido, lo que continuamos perdiendo con nuestras áreas verdes es una importantísima herramienta para regular nuestra ciudad ecológicamente.



La jardinería urbana debe ser planificada, de manera participada, de manera que nos ayude en el diseño de una ciudad amable, una ciudad habitable y sostenible que sirva de disfrute, encuentro y comunicación entre sus habitantes, al servicio de la ciudadanía.
¿Cómo? Revalorizando el árbol como elemento que ofrece durabilidad y belleza, así como la variedad de espacios arbustivos que nuestra climatología nos permite, adecuando cada proyecto en base a criterios paisajistas y estéticos, conservando aquellos elementos paisajísticos de interés, controlando y regulando los espacios verdes privados, asegurando la biodiversidad y utilizando elementos materiales y coherentes con las necesidades urbanas.


Esto se puede llevar a cabo si hay voluntad política para ello; es posible, no se trata de una utopía, pues existen ya, en muchos lugares de Europa, experiencias en esa línea que demuestran su viabilidad, en coherencia con lo que las ciudades actuales y el medio ambiente nos exigen.
Es necesaria la creación de un equipo multidisciplinar previo a partir de un estudio sociológico para conocer las necesidades reales de la ciudadanía. Un equipo técnico con conocimiento actualizado de los problemas y los retos que plantea la jardinería urbana del siglo XXI. Los criterios básicos que se deben adoptar en el proyecto han de garantizar el mantenimiento sostenible, y cada uno de los que se lleven a cabo debe ir acompañado del costo de su supervisión y mantenimiento, todo dentro de lo que se conoce como “planes verdes”, es decir, planes especiales que ordenen los espacios libres dentro de muestro término municipal,programados en el Plan General de Ordenación Urbana, que tiendan a la mejora y la protección del paisaje de manera sostenible, para acercar la Naturaleza al ciudadano y la ciudadana de manera armoniosa, para corregir la contaminación y aumentar las áreas de ocio, al tiempo que se respeta y protege los elementos patrimoniales histórico culturales.
 Asimismo no podemos permitir que sigan destruyéndose los únicos pulmones con los que nuestra ciudad cuenta para satisfacer la demanda de intereses empresariales. La tala indiscriminada de un pinar supone un atentado gravísimo contra la Naturaleza de nuestro entorno, que pone de manifiesto el poco valor que se otorga a nuestros espacios verdes. En plena crisis climática, cuando tod sentido común nos empuja a la conservación de la exigua y maltratada vida vegetal de nuestra geografía, los poderes económicos continúan demostrando una falta de escrúpulos intolerable y nuestros representantes políticos una falta de responsabilidad escandalosa. 


Luchemos por esa Cartagena verde, por esa Cartagena amable, por una Cartagena en que recuperemos la parte de habitabilidad que hemos ido perdiendo, por una Cartagena del presente y para el futuro porque #FuturoSeEscribeConVerde.


*Para escribir este artículo me ha venido bien consultar el blog de José Elías Bonells JARDINES SIN FRONTERAS para tomar algunas ideas de "Síntesis de un programa de Jardinería Urbana". También he utilizado las aportaciones de Mar Tornero, trabajadora del servicio de jardinería.
Las fotos antiguas pertenecen a la colección Loty; las demás son dela colección de Equo Cartagena.